La ciudad de Santiago nació y creció alrededor del sepulcro del apóstol. El dibujo de sus calles y plazas, su toponimia y los principales monumentos son testigos de ello. Todo nos habla del Camino de Santiago.
Realizamos un paseo a pie por algunos de los lugares jacobeos más emblemáticos de la ciudad empezando por la catedral y las plazas que la rodean y abriendo luego el círculo hasta los barrios de los alrededores.
La catedral de Santiago, consagrada en el año 1211, es una de las obras más sobresalientes del arte románico europeo. Fue construida para recibir a los peregrinos que llegaban de todo el continente para rendir culto a los restos del apóstol Santiago, custodiados en su interior. Su Pórtico de la Gloria es una de las joyas del arte universal. Obra del maestro Mateo, en él plasmó su visión del Apocalipsis, en una construcción inigualable tallada sobre el granito.
El arte, la historia y la espiritualidad se manifiestan en cada uno de los espacios del templo. A los más conocidos se han sumado en la actualidad las excavaciones de su subsuelo o la visita a las cubiertas.
Al lado de la gran basílica se sitúa el Pazo de Xelmírez, el edificio civil mejor conservado de la España medieval y morada del primer arzobispo de Santiago, Diego Xelmírez (siglo XII). En él destaca su imponente Salón de Ceremonias.
Al oeste de la Praza do Obradoiro se alza el Hospital Real, actual Parador Hostal dos Reis Católicos. Fue construido en el siglo XVI precisamente para acoger a los peregrinos.
Detrás del Pazo de Raxoi, a la izquierda de la iglesia de San Fructuoso, se dibuja hoy un acogedor laberinto de boj rodeado de cipreses y huertas, y con unas magníficas vistas hacia la Alameda. Nada nos remite al gran cementerio de peregrinos de la ciudad, que se mantuvo precisamente aquí hasta el siglo XVIII.
Rodeemos la catedral y caminemos por las plazas y rúas que han crecido a su amparo continuando ahora, camino arriba y en sentido contrario, por la Praza da Inmaculada, frente a la que hoy se alza el gran monasterio de San Martin Pinario. En el solar de esta plaza existió, hasta el siglo XVI, el Hospital de Santiago, citado en el Códice Calixtino (siglo XII). En él se daba asistencia a los peregrinos.
La Rúa do Franco, que concentra el mayor número de establecimientos de restauración de la ciudad y un ambiente animado durante todo el año, debe su nombre a los extranjeros, los “francos”, que aquí comenzaron a asentarse ya desde el siglo XI. Llegaban, muchos de ellos, en peregrinación.
Y en la emblemática Praza da Quintana, bajo la Torre del Reloj (que se ilumina en los años santos), y también a escasos metros de la Puerta Santa, una curiosa sombra nocturna traza sobre la piedra el perfil exacto de un misterioso peregrino.
La toponimia es, por otra parte, un eco escrito, a través de los siglos, de todo este fenómeno: es el caso de la Porta do Camiño, donde concluía el Camino Francés. O las calles que evocan los viejos oficios como la Rúa da Acibechería, donde el negro azabache era el protagonista, apreciado desde antiguo por los peregrinos y que sigue presente y demandado en comercios y joyerías de la zona; o la Rúa dos Concheiros, en referencia al gremio compostelano que vendía conchas, naturales y manufacturadas; o la Praza das Praterías, donde trabajaban el preciado metal.
Como prolongación a la Rúa do Franco, la Rúa da Raíña, en honor a la estancia de la reina Santa Isabel de Portugal, esposa del rey Don Dinís, que peregrinó a Santiago en el siglo XIV. Santa Isabel quiso ser enterrada en Coímbra con los atributos de peregrina.
Dos bellas iglesias románicas nos salen al paso en las inmediaciones: la de Santa María Salomé, única iglesia española dedicada a la madre de los apóstoles Santiago el Mayor y su hermano san Juan Evangelista; y el templo de San Fiz de Solovio, al pie del concurrido Mercado de Abastos: en este alto moraba en el siglo XI el ermitaño Paio, el primero que vio las luces que revelaron donde estaba el cuerpo de Santiago.
Barrios históricos de Santiago como Conxo, Sar, San Lázaro o San Pedro están fuertemente vinculados a la peregrinación.
Y llegamos a los barrios de los alrededores de la ciudad, a menos de 15 o 20 minutos a pie desde la catedral, la impronta jacobea se manifiesta de nuevo: al sur, en el monasterio de Santa María de Conxo, una de las entradas del Camino Portugués, originario de la época del arzobispo Xelmírez; al este, en la colegiata de Santa María de Sar, pórtico de la Plata; al norte, en el convento de San Domingos de Bonaval, cuyo nombre procede de la peregrinación que, según la tradición, habría hecho Santo Domingo de Guzmán hacia el año 1219; y en la entrada del Camino Francés, el barrio de San Lázaro, en primer lugar, y luego el genuino barrio de San Pedro.
No importa la ruta que emprendamos. Todas han nacido y crecido bajo el impulso y el imán de la peregrinación al Camino de Santiago.